miércoles, 28 de noviembre de 2007

Mirando el techo

Cinco horas esperando, desperdiciadas entre estas ventanas negras que no dejan ver si afuera todavía hay luz. Cinco horas mirando el techo nevado que se cae a veces, como vaticinando que ya no hay mucho que esperar para que todo se venga abajo. Cinco horas viendo tele, viendote la cara, sintiendo la respiración ineludible. Cinco horas muertas, refugiadas en risas imperceptibles que se logran sólo con los comerciales de la tele, porque parece que estar solo contigo hasta me quita el buen humor ridículo de la publicidad femenina.

Afuera el calor insoportable de la primavera más caliente en noviembre y aquí un frío sepulcrar que no es solamente porque el sol tiene prohibido entrar a esta casa, sino que porque ya es igualmente problable que la cama tiemble de gemidos como que ni una simple mirada se cruce. Dónde mierda me perdí?, quizás perdiendo estas cinco putas horas muertas, escarbandome hasta los lunares de los hombros para ver si puedo decir que algo pasó, que hubo al menos un poco de sangre, aunque no haya sido ni por proximidad de mis entrañas.

La solución, ya que sé: abrir un hoyito y salir, como en las comedias romanticas en que los mismos personajes se psicoanalisan en un espacio blanco donde se pueda dar y dar vueltas hasta caer, hasta caerse o caer en cuenta; hasta encontrar algo, desahogarse y volver, o tratar de volver ... en sí, para dejar de ser un pelotudo e intentar por fin conectar... y volver a tirar todo por el suelo, para que ni las ventanas negras, ni lo que se cae del techo moleste. Parar ... parar... parar de hacer presióncon las mandibulas rígidas dentro de la cabeza que se empieza a derretir y chorrea por todos los hoyos.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

buena Denisse, paso a saludarte, como de cosumbre lo que escribes es maravilloso, espero no sean vivencias propias, espero no la pases asi tu.

bueno Denisse... te dejo hartos besos, cuidate, eres la mejor, aun mas que yo..

Enrique

Anónimo dijo...

te leo.

pablo hÜBNER.

Anónimo dijo...

Esta noche la Luna sueña con más pereza, como sobre cojines tendida una belleza que, acariciando leve con mano distraída el contorno del seno, se va a quedar dormida. Sobre su suave espalda con pálidos nublados, moribunda, se entrega a éxtasis prolongados, y pasea sus ojos por las blancas visiones que en el azul ascienden igual que floraciones. Cuando sobre este mundo su languidez ociosa deja caer alguna lágrima silenciosa, un poeta piadoso, enemigo del sueño, en su mano recoge esta lágrima fría como un fragmento de ópalo que al iris desafía, y de ella al solitario corazón hace dueño.