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Hoy golpearon a mi puerta dos niños y tú. Uno venía disfrazado de brujo y el otro de caballero. Uno me decia que mi suerte era su suerte y el otro que la buscáramos juntos entre los espantos de lo lejano. El primero depositó sus labios en mi tumba sagrada y el segundo mi cuerpo junto al suyo en las aguas de un rio manso.
Hoy golpearon a mi puerta dos niños y tú, y me quede crucificada por mis sospechas de antaño, por mis recelos rotos... por mis cuentas pendientes. Hoy tuve miedo de encerrarme en las rejas de mi memoria y creer que los mil años no solo traían la suerte; tuve miedo de encerrarme en donde me escupían y caer de nuevo al laberinto de esa locura hermosa.
Hoy me recordé como antes, te recorde en desconcierto, sentí el peso de las horas y los años; sentí el tormento de los dos niños y tú.
... En los días de muerte que le sucedieron a mi hambre, trate de cambiar la mente por el largo tiempo en letargo y presentí a lo lejos la eternidad de mis claros perfectos. Me escondí en mis cuartas y noté tu cara. Quise huir de nuevo de mi carne en llamas y vi en mis manos lo tarde que era para decir para siempre.
Una lengua viperina quiso quitarme el pez escogido, quiso quitarme la falsedad de mis años de gloria...
viernes, 31 de marzo de 2006
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