martes, 24 de octubre de 2006

Salvese quien pueda ...



Tal como Palmenia, hoy día me vapulearon publicamente. Así, sin anestesia me convertì en lo que siempre pensé que era pero nunca me había atrevido a ser. Una yeta. Según el diario Pop (cabecera de esta humilde servidora pública) y el infaltable profe Campusano, esta palabra dicese de:

YETA: A cruzar los dedos, porque en Chile "la yeta" es casi
una maldición que condena a personas injustamente acusadas de traer mala suerte o imprimirles el carácter de maldito a las cosas. La gente "yeta", dicen, acarrea vibraciones negativas. En Argentina a esto mismo le llaman "mufa".
Así no más entonces estaba condenada y no sin motivos. En estos días he tenido mala cueva, de esa que no se sale ni con jabón Popeye.

Crónica de la mala suerte:

- Todo empezó con una tontera, ya muchas veces solucionada. Cagó el computador. Con el correr de los días me enteré que la pieza que habí a cagao` estaba descontinuada del año pasado y que literalmente ya no existía.

Buscada por todos lados y nunca encontrada la maldita placa, solo me apareció en un remate de internet, de esos en que el precio sube como la leche y cada día te vas dando cuenta de que el producto no era tan nuevo como creías. En fin, el remate concluía hoy a las 11: 32 a.m. Así que me levanté campante a pelear mi adquisición... cuando llegué (luego de mucho rato y una conexión que no canectaba) a la pagina de compra y puse COMPRAR, ya era demasiado tarde. Un gran mensaje rojo me decía que el producto ya había sido adquerido y no precisamente por mí.

- También se me reventó un platano que iba a ser mi almuerzo, once y comida. Así que ando edionda a fruta podridá.

- Se me perdió el celular y ya estaba tan resignada a mi mala suerte que en verdad, fue lo que menos me importó.

- Hoy es el día del cine y nadie quiere ir conmigo, porque de seguro que ya se corrió el rumor de mi maldición.

Son las 7 de la tarde con 9 minutos y todavía hay tiempo, para que me caíga un rayo, choque mi micro y se me caiga un diente; como si uno creyera en el ratoncito de los dientes o era conejito... bueno, eso es lo que necesito una gran pata de conejo y si alguien se apiada que me traigan el conejo entero, porque ya me desmayo de hambre.

En conclución pobre Palmenia y pobres todas las yetas que andan pululando por la ciudad. Pobres por todas esas culpables de cuanto homicidio, incendio, suicidio y malversación de fondos existente.