lunes, 14 de agosto de 2006

La conexión mental


Hay muchas veces en que los extraños seres humanos sentimos un sentimiento que solemos llamar conexión mental. Esta conexión mental nos lleva a sentir que en algún punto del mundo aún existe esa magia perdida; pero que pasa cuando uno se da cuenta que ese tesoro que creía tener con alguien nunca existió?… De la utopía se pasa a esa duda existencial de: ¿En algún momento estuvimos conectados?

Cuando era niña creía que solo utilizando mi mente y cerrando los ojos muy fuerte podía hacer que alguien que quería que estuviera ahí, se apareciera o llamara por teléfono. Muchas veces resultó, pero la mayoría no. Aún así seguí creyendo en ese poder de la mente, tan puramente especial.

Después de muchos años comencé a presentir que el poder no era tal y que en definitiva, era una mera casualidad… un encontrarse de pronto, un hecho que desencadenaba de otro sin mucha magia de por medio y mas bien como un efecto mariposa.

Ese día que te dije que nos juntáramos en el metro, me dolió… Estaba leyendo “El túnel” de Sabato y me maravillaba como los dos amantes nunca se citaban y terminaban encontrándose en una ciudad enorme como la de Buenos Aires… lo encontraba perfecto. Como cuando los animales huelen su presa. Como una demarcación de territorio que abarca todo el mundo… porque yo te podía encontrar donde fuera de este mundo, sin necesidad de decirte donde estaba.

Solo era un metro, si lo admito, la estación más grande del metro… pero nunca me encontraste, hasta que me fui a lo más obvio, el punto de encuentro de la Estación Universidad de Chile, donde por supuesto todos los que no se huelen a la distancia llegan.

Me dolió que no supieras que podría estar mirando calzones en Caffarena, me dolió que no creyeras que veía los pequeños soldaditos de las batallas de Chile… en definitiva… me dolió que no me conocieras, que yo no fuera tu presa.

Así no se valía, pero bueno, al fin te di el crédito por encontrarme.

El destino es muy extraño, nos engatusa con falsas expectativas. Hoy hablando con mi padre, a raíz de mi cara supongo, me dijo que cuando uno era muy idealista se empezaba a gastar con la vida, se hería el corazón de más y no se daba cuenta de las señales anteriores, de esas señales que te habían dicho que no estaba bien ir, que no estaba bien encontrase con algo o alguien que uno siempre supo que no le correspondía.
Así somos los idealistas creo, suponemos que el mundo puede cambiar y nos dañamos el corazón tratando de hacerle caso. “Hay que ser más superficial, así uno no llega tan cagao`”, me dijo, agregando que me lo decía él, que nunca había echo caso a las advertencias y ahora no lograba ser feliz, porque el tiempo de salvar el corazón ya había pasado.

Hay pocas veces en que he sentido esa conexión mental, o creo que solo una, con fuerza… Cuando estaba en el sur sin señal de teléfono y al momento en que iba en el auto y la señal se conectó… sonó el aparato, fue extraño, pero un acto de fe. Para no dejar de creer.

Hoy hice fuerza, como cuando era niña, cerré los ojos muy fuerte, como ayer, como todos estos malditos días que se pasan de a uno… y no funcionó la magia; así que tomé el teléfono, marqué y me di cuenta de que en verdad las señales siempre estuvieron, fui yo la que no quise verlas… desde ese día en el metro hasta hoy… pero de nuevo…me dolió.


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