martes, 23 de agosto de 2005

Con los ojos cerrados

Era un día extraño, un día de suertes maliciosas y repeticiones ridiculas. Entre las espigas de mis ojos un terrón de azúcar se perdió en el aire agrio que respiraban mis pulmones.
Fue ahí que me di cuenta que se apoderaba de mi el espíritu de la cazadora de sueños y esa rabia fria del rey de copas. Mi intuición desgastada por golpes inertes se deshizo a propósito en los aposentos de mi vestido, ahí sentí que era el final del idilio, ese que me mantenía entre escrupulos insaciables y cortinas de humos líbidos; y dijo en el minuto que ya no sentía nada, una vez más Amaranta maldita te habías escondido en mis memorias y habías borrado todo rastro de cordura, una vez más lujuriosa inquilina de mis mil alcantarillas traicionaste lo único que me quedaba por mi obra y gracia.
Claro, era uno de esos día extraños... me debería haber dado cuenta que solo mi silencio acallaría tus pasiones de troglodita...